Todos hemos soñado con un mundo feliz. Un mundo sin roces ni conflictos,
donde todos somos bastantes semejantes con amplio acceso a los bienes que
necesitamos para vivir con perfecta dignidad. Un mundo honesto, sin corruptelas
ni privilegios o bandidajes, lamentablemente (hasta ahora) un mundo utópico.
Los intentos de lograr este mundo feliz han sido muchos. Los
Bolcheviques en la Unión Soviética, con sus comunas o soviets. La revolución
cultural China de Mao Tse Tung. La revolución Cubana de Fidel Castro. El
socialismo del siglo XXI de los Chavistas en Venezuela. Todos sin excepción han
fallado pues se les olvida un detalle en sus planes y visiones: ¿cómo
financiamos el mundo feliz?
La expresión financiar no es de uso u conocimiento corriente o colectivo;
la mayoría ignora lo que se quiere decir al hacer tal pregunta. Todos pueden
pensar que es cuestión de administrar los recursos dados de manera honesta y
eficiente, de hacer el mejor uso posible de ellos. Pero finanzas no es administración.
Se hace necesario explicar que significa financiar a una empresa o a una
sociedad.
Las finanzas nos enseñan que se cumple la paradoja según el cual una
empresa (igual le sucede a los países) puede estar generando ganancias, bajo el
rigor de una buena administración y sin embargo, la misma puede estar perdiendo
valor. Si la pérdida de valor se mantiene en el tiempo, la empresa caerá en
insolvencia y si no resuelve su financiación puede incluso llegar a la quiebra.
Toda empresa, toda sociedad o país, soportan unos costos (costes) de
operar su utopia. Estos costos son de naturaleza casi permanentes o de muy
largo plazo. No estamos hablando de tomar un pagaré para cancelarlo en un año.
Estos costes requieren de unos rendimientos para, en tiempo perentorio ser
resarcidos. Es imperativo que los rendimientos sean superiores a los costes,
sopena de caer en insolvencia. Financiar una empresa o una sociedad significa
operar a unos rendimientos superiores a los costos para lograr así viabilidad
en el tiempo.
Se nota bastante claro que este no es el caso del socialismo del siglo
XXI. Este sistema político-social ha incurrido en unos costes para llevar
adelante los planes de un mundo feliz. Dentro de esa estructura de costos se
encuentra una componente importante el cual no es otro sino las deudas de
distintos tipos y plazos. Esa deuda que es sólo una de las componentes de los
costos totales, tienen que ser resarcidas para lo cual necesitamos lograr
rendimientos. El uso que se la ha dado a la deuda contraída ha sido aplicado en
buena medida a gastos sociales pera también en gastos de influencia a nivel
regional. Lamentablemente el rendimiento de esa operación ha sido nulo o
ínfimo, pero no ha habido problema, pues la extracción y mercadeo del ungüento
negro ha zanjado la brecha entre costos y rendimientos.
Se dice acertadamente que el mejor negocio del planeta es una empresa
petrolera bien administrada siendo el segundo mejor negocio, una empresa
petrolera mal administrada. El petróleo en Venezuela ha sido capaz hasta ahora
de FINANCIAR, en el propio sentido de la palabra, la utopia. La renta
proveniente de la riqueza acumulada en el subsuelo (no construida) fue capaz de allanar el inmenso diferencial
existente entre costes y rendimientos. No es un problema meramente cambiario
como se quiere hacer ver; es un problema de mayor alcance y profundidad y tiene
que ver con la capacidad de generar valor y permanecer solventes.
El gobierno Venezolano apostó toda su existencia y viabilidad a la idea
que la energía es un recurso cada vez más necesario a nivel mundial dado el
crecimiento secular de la población y la escasez de los hidrocarburos.
Lamentablemente y como suele suceder con demasiada frecuencia en finanzas, la
mejor idea choca y colapsa frente a algún evento disruptivo. Estados Unidos casi
logra su autosuficiencia energética y tanto Europa como China disminuyeron
sensiblemente sus previsiones de crecimiento. También las nuevas tecnologías de
energía verde han hecho mella en la demanda petrolera. Los precios se han desplomado
mas de 40% y se piensa puedan bajar aún más y permanecer deprimidos por tiempo
indeterminado.
Vuelvo con la pregunta original: y ahora, ¿cómo nos financiamos? Los
países no quiebran pues siempre habrá algún proceso de ajuste, no importa lo
traumático o doloroso y siempre se podrá recuperar la funcionalidad financiera.
Este proceso incluye corte de pelo o quitas a nuestros acreedores, que también
sufrirán en buena medida cualquier desfase de pagos. El problema de fondo es
que Venezuela marcha manos atadas hacia la insolvencia. El peso de la deuda es
colosal y los compromisos sociales adquiridos son ineludibles. El petróleo ya
no luce como la tabla salvavidas de antaño.
Siempre puede ocurrir un milagro y a esto se aferran las autoridades. Un
golpe de suerte que reavive los precios y todo pueda seguir como antes: el país
perdiendo valor pues continuará la brecha entre costos y rendimientos pero
tapando las brechas a punta de un único bien básico o commodity.
No parece muy probable ni plausible semejante esperanza o estrategia y de cumplirse
los malos augurios, el modelo del mundo feliz socialista siglo XXI, simplemente
colapsará y vale decir, no por mi culpa. Habría que sustituirlo por otro sistema
pero el capitán del Costa Concordia, desea ocultar a los pasajeros que el barco
hace aguas. El concordia igual que Venezuela no se hundió/no se hundirá, pero
cobrará muchas vidas. La demora en el reconocimiento de la situación, lo único
que hará es imprimir mayor sufrimiento.
Lo que ha dado al traste con todos y cada uno de los sistemas utópicos
de mundos felices, es la incapacidad de financiar la quimera; no ha sido otra
cosa. El camino al infierno, está siempre lleno de buenas intenciones. Diablo:
no olvides financiarte apropiadamente.