11 febrero 2007

Burbujas Financieras y otras Locuras

El ser humano es definitivamente asombroso: cualquiera de sus irracionalidades son factibles y aún realizables, mientras exista el medio para financiarlas.

Mucho se ha escrito sobre la racionalidad de los agentes económicos. En el corazón de la teoría financiera está la idea de los mercados eficientes. De allí surge entre otras, la Teoría Moderna de Portafolio TMP y luego, como una concepción más acabada, el Modelo de Valoración de Activos Financiero ó CAPM en sus siglas en Inglés. Todo ello descansa sobre la concepción, ó para ser más precisos, el paradigma de que somos racionales. Somos racionales pues hemos colocado el hombre en la luna y además, por todo el logro tecnológico de difícil enumeración en tan pocas cuartillas.

No obstante lo anterior, el hombre también ha demostrado su enorme capacidad de ejecutar inmensas locuras colectivas y entre ellas, las burbujas financieras. Una burbuja financiera no es otra cosa que la continua y persistente exacerbación de los precios a niveles de absoluta irracionalidad. Recordemos el famoso “irracional exuberante speech” del 5 de diciembre de 1996 por el entonces Presidente de la Reserva Federal Norteamericana:

“Clearly, sustained low inflation implies less uncertainty about the future, and lower risk premiums imply higher prices of stocks and other earning assets. We can see that in the inverse relationship exhibited by price/earnings ratios and the rate of inflation in the past. But how do we know when irrational exuberance has unduly escalated asset values, which then become subject to unexpected and prolonged contractions as they have in Japan over the past decade? And how do we factor that assessment into monetary policy? We as central bankers need not be concerned if a collapsing financial asset bubble does not threaten to impair the real economy, its production, jobs, and price stability.”

A pesar de lo severo de la advertencia arriba señalada, todavía, la burbuja financiera de las “Dot Com” continuó sin descanso e incluso con mayor intensidad durante el lapso de los siguientes cuatro años.

Revisando un poco la historia, encontramos múltiples y variados casos, muchos de ellos espectaculares desde tan temprano como en el siglo XVI. Hacer un recuento de todas esas burbujas no tiene sentido a menos que logremos derivar enseñanzas de cada una de ellas. Por ejemplo, en 1688 se produce un colapso de la bolsa de Ámsterdam debido, en parte, por la especulación en empresas dedicadas al comercio con las Indias Orientales tales como la “Dutch East India Company”. De las reseñas que nos llegan del aquel lejano acontecimiento, nada hace sospechar su advenimiento tal y como lo reseñó ese mismo año un Judío Portugués, Joseph de la Vega:

“…the calm that preceded the debacle reflected a combination of plentiful credit, international security, favorable trade prospects, and good demographics, culminating in an upbeat business outlook. Positive news then arrive arrived in the form of expanded trade opportunities and the discovery of new ore bodies. Amidst the prevailing optimism, no one heeded reports of a possible negative earnings surprise.”

Buena lección para todos nosotros, quienes también pensábamos en el milagro de la “nueva economía” a finales de los noventa del siglo pasado; luego de un período de amplia abundancia y progreso, puede aparecer una debacle financiera por cualquier sorpresa.

Muchas otros desastres podríamos reseñar, pero quiero esperar para comentarles sobre la más florida y hermosa de todas ellas: la burbuja de los tulipanes ó tulipomanía de la Holanda de la década de los 1630 (siglo XVII). Podemos leer en la tulipomanía de Charles Mackay el comienzo de la pasión por esos preciosos bulbos:

“The first root planted in England were brought from Vienna in 1600. Until the year 1634 the tulip annually increased in reputation until it was deemed a proof of bad taste in any man of fortune to be without a collection of them.”

La historia de Mackay está llena de datos sobre los precios absurdos que, en especial en Holanda pero también en buena parte de Europa del Norte, se cancelaban por los más alucinantes diseños. El frenesí llegó a tal punto que personas comunes, vendían sus residencias a objeto de financiar la compra de algún bulbo, con la seguridad de obtener una ganancia segura con la cual podrían recomprar su antigua casa y además obtener dinero de sobra para seguir con la pirámide compradora. Es de hacer notar que Holanda en aquellos años tenía la supremacía, incluso sobre Inglaterra, sobre el comercio marítimo.

Sucedió que la venta de propiedades para financiar los tulipanes ya no fue suficiente para soportar la escalada en los precios y al no haber nuevos compradores, los precios se precipitaron estruendosamente, arruinando no sólo a los especuladores sino a toda una nación (Holanda) que nunca recobró sus supremacía comercial sobre la vieja Inglaterra.

De la anterior historia derivamos no solo una enseñanza sino un principio universal: cualquier locura ya sea económica, social ó política, es realizable siempre y cuando existan los recursos para financiarlo.

Luego de las conquistas del emperador Trajano, Roma (el Imperio) logró vivir de las rentas acumuladas durante decenios lo cual permitió el desarrollo del circo romano en su máxima expresión: espectáculos por casi la mitad del año calendario. Cuando ya no fue posible financiar esa locura, pues ya todos los pueblos del mundo conocido habían sido saqueados, Roma sucumbió. Igual suerte corrió la antigua Unión Soviética, con un modelo político inviable lo cual la hizo colapsar económicamente. También existen otras locuras donde el financiamiento no es sólo monetario, tal como en el delirio nazi, el cual fue financiado a costa del pueblo alemán: “Quien ama a su patria prueba ese amor sólo mediante el sacrificio que por ella está dispuesto a hacer; un patriotismo que no aspira sino al beneficio personal, no es patriotismo” (Doctrina Política del Nazismo); y el caso de otros regímenes políticos los cuales se financian con el hambre de sus pueblos.
El país dominante de nuestra era, Los Estados Unidos, también despliega desenfadadamente varias irracionalidades: el consumo por 300 millones de personas del 25% de la energía mundial. Su doble-déficit descomunal ¾ el comercial y el fiscal ¾ es hoy viable pues el mundo los financia con las transferencias de capital con el cual se logra cuadrar la balanza de pagos. Simplemente su estilo de vida no es sostenible en el tiempo; llegará el momento (espero no verlo) en que no sea posible financiar tal derroche. De lo dicho no deduzcan una postura anti-imperio, es puro sentido común.

Constaten cuando lo deseen el principio aquí enunciado y corroboren lo siguiente utilizando las subastas de los bonos del tesoro Norteamericano: si la oferta tiene buena acogida, los índices suben; por el contrario, si no se logra colocar los instrumentos de deuda ¾de financiamiento¾ el estrépito se oye a varias cuadras de la esquina de Nassau con Wall St. Si cuando vean al NYSE subir y subir a niveles asombrosos, no se sientan inclinados a pensar a la primera que no es posible: siempre es posible mientras existan los recursos para financiar esos movimientos y por ahora, parece que los hay.

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