02 febrero 2009

De la distinción entre Riesgo y Peligro

La falta de distinción entre Riesgo y Peligro, puede llegar a ser fatal para el operador financiero. Veamos:

Una situación riesgosa nos puede deparar tanto aspectos negativos como positivos. Ej. La ruleta de un casino o un juego de Póquer. El peligro siempre involucra una connotación negativa. Segundos antes de la explosión del Challenger, su comandante exclamó: “peligro”. (Noten que no exclamó: “curva de bell a la vista”).

En los mercados financieros los peligros son reales y siempre-presentes. Soros desarrolló su sentido del peligro en su juventud; estuvo siempre acosado durante la ocupación nazi con retos de vida o muerte. Este olfato para el peligro es la primera herramienta a desplegar por el operador financiero. Sin ella, todo parece normal (curva de bell) con posibilidades equilibradas tanto de ganancias como de pérdidas, pero no es exactamente así. En tiempos de crisis, la distribución de posibilidades puede estar cargada hacia uno de los extremos, más parecido a la distribución t-student.



En los negocios, podemos (y debemos) establecer la equivalencia o sustituto (proxy) entre pérdidas y peligro. Entre mayor sean las pérdidas y entre más tiempo la mantengamos , mayor será la probabilidad que la pérdida no-realizada se convierte en realizada (daño). Al ser indulgente con las pérdidas, somos indulgentes con el peligro. Entonces, debemos interiorizar que pérdida es idéntico a peligro.

Quienes no hemos sufrido guerras o mayores calamidades, experimentamos una deficiencia (natural) del sentido del peligro. Esta deficiencia puede ser subsanada por medio de algunas malas experiencias que nos alerte y nos ayude a concientizar que no todo es rosado en los mercados. No hay forma de aprenderlo leyendo libros o blogs. Se aprende de la manera dolorosa.

Por tanto: por sobre todas las cosas, el Operador Financiero debe desarrollar antes que nada, un fino sentido del peligro más que de riesgo: esto es, que la posibilidad de experimentar un daño, es inminente. Así cuando se nos presente una pérdida no realizada, exclamemos con todo espanto: Peligro!

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