El Modelo de Valoración de Activos Financieros (CAPM), establece la proporcionalidad entre el riesgo y rendimiento; expresión absolutamente fundamental en todo el estudio de las finanzas.
De una u otra manera, este concepto ha calado en la conciencia colectiva pues hasta el obrero sabe que si desea mayores ganancias, debe estar dispuesto a soportar mayor cantidad de riesgo.
Dicho de otra manera, somos remunerados por el riesgo en el cual incurrimos. Lo que no se comenta muy a menudo es que ese rendimiento que deberíamos obtener para estar correctamente remunerados, es simplemente una esperanza matemática.
Y es aquí donde muchos nos hemos equivocado al incorporar este modelo en nuestra conciencia: «… si invierto es aquel título que se muestra bastante riesgoso, seguro que en el largo plazo obtendré una buena ganancia…»!
Esta afirmación presenta la dificultad que no sabemos lo que nos deparará el mañana y mucho menos el largo plazo! En este sentido, la afirmación es bien equivalente a la fabula descrita por Swami Muktananda en su libro “Los misterios de la Mente” quien nos cuenta que:
Había una vez un trabajador muy pobre llamado Sheikh Mahmoud. Un día, su patrón le dio un pote de arcilla pero lleno de nata liquida y le dijo que la llevara a la población más próxima.
-Si lo haces –le dijo el patrón-, te daré dos rupias. Si dejas caer el pote, tendrás que pagar la nata.
Sheikh Mahmoud se colocó el pote sobre la cabeza y emprendió el camino. Mientras caminaba, comenzó a pensar: «Voy a tener dos rupias. ¿Qué haré con ellas? ».
En esa época todo era muy barato. Con una rupia, uno podía comprar veinticinco pollos. Sheikh Mahmoud se dijo: «Eso es, compraré pollos. Se multiplicarán, y pronto tendré cien pollos, quinientos pollos, mil pollos, diez mil pollos. Entonces venderé todos los pollos y compraré cabras. Tendré cabras y ovejas y una granja grande. Las cabras y ovejas se multiplicarán, y cuando las venda compraré mercancías. Me convertiré en un gran mercader. Luego me casare y tendré una casa. Acudiré a una oficina y regresare a casa para almorzar. Tendré un cocinero muy bueno que preparará platos deliciosos. Pero si el cocinero no tiene la comida a tiempo, me enfadare y lo abofetearé. «Después de todo, seré un gran mercader». Cuando pensó en abofetear al cocinero, alzó el brazo. En cuanto hizo esto, el pote de nata cayó al suelo.
Así que la nata no llegó a la otra población. Sheikh no obtuvo sus dos rupias. No compró pollos. No compró cabras y ovejas. No se casó. No tuvo una casa. No trabajó en una oficina. No abofeteó a nadie. Se sentó y se cogió la cabeza entre las manos. Pasado un rato, volvió a presentarse ante su patrón y confesó:
-Amo, he derramado la nata. El patrón contestó:
¿Cómo has podido hacer algo semejante? ¡Has perdido mis ganancias de la semana!
-Oh, amo -dijo Mahmoud-, tu has perdido las ganancias de la semana, pero yo he perdido mis pollos, mis cabras, mi casa, mi esposa, mi oficina y mi cocinero!
Moraleja: los deseos, las esperanzas y la codicia, pueden jugarnos desagradables partidas!
De una u otra manera, este concepto ha calado en la conciencia colectiva pues hasta el obrero sabe que si desea mayores ganancias, debe estar dispuesto a soportar mayor cantidad de riesgo.
Dicho de otra manera, somos remunerados por el riesgo en el cual incurrimos. Lo que no se comenta muy a menudo es que ese rendimiento que deberíamos obtener para estar correctamente remunerados, es simplemente una esperanza matemática.
Y es aquí donde muchos nos hemos equivocado al incorporar este modelo en nuestra conciencia: «… si invierto es aquel título que se muestra bastante riesgoso, seguro que en el largo plazo obtendré una buena ganancia…»!
Esta afirmación presenta la dificultad que no sabemos lo que nos deparará el mañana y mucho menos el largo plazo! En este sentido, la afirmación es bien equivalente a la fabula descrita por Swami Muktananda en su libro “Los misterios de la Mente” quien nos cuenta que:
Había una vez un trabajador muy pobre llamado Sheikh Mahmoud. Un día, su patrón le dio un pote de arcilla pero lleno de nata liquida y le dijo que la llevara a la población más próxima.
-Si lo haces –le dijo el patrón-, te daré dos rupias. Si dejas caer el pote, tendrás que pagar la nata.
Sheikh Mahmoud se colocó el pote sobre la cabeza y emprendió el camino. Mientras caminaba, comenzó a pensar: «Voy a tener dos rupias. ¿Qué haré con ellas? ».
En esa época todo era muy barato. Con una rupia, uno podía comprar veinticinco pollos. Sheikh Mahmoud se dijo: «Eso es, compraré pollos. Se multiplicarán, y pronto tendré cien pollos, quinientos pollos, mil pollos, diez mil pollos. Entonces venderé todos los pollos y compraré cabras. Tendré cabras y ovejas y una granja grande. Las cabras y ovejas se multiplicarán, y cuando las venda compraré mercancías. Me convertiré en un gran mercader. Luego me casare y tendré una casa. Acudiré a una oficina y regresare a casa para almorzar. Tendré un cocinero muy bueno que preparará platos deliciosos. Pero si el cocinero no tiene la comida a tiempo, me enfadare y lo abofetearé. «Después de todo, seré un gran mercader». Cuando pensó en abofetear al cocinero, alzó el brazo. En cuanto hizo esto, el pote de nata cayó al suelo.
Así que la nata no llegó a la otra población. Sheikh no obtuvo sus dos rupias. No compró pollos. No compró cabras y ovejas. No se casó. No tuvo una casa. No trabajó en una oficina. No abofeteó a nadie. Se sentó y se cogió la cabeza entre las manos. Pasado un rato, volvió a presentarse ante su patrón y confesó:
-Amo, he derramado la nata. El patrón contestó:
¿Cómo has podido hacer algo semejante? ¡Has perdido mis ganancias de la semana!
-Oh, amo -dijo Mahmoud-, tu has perdido las ganancias de la semana, pero yo he perdido mis pollos, mis cabras, mi casa, mi esposa, mi oficina y mi cocinero!
Moraleja: los deseos, las esperanzas y la codicia, pueden jugarnos desagradables partidas!
Coincido en su reflexión sobre el rendimiento esperado, considero además que el problema nace al estimar una esperanza matemática de un universo incierto en el largo plazo.
ResponderEliminarY si bien alguien dijo precisamente que en el largo plazo todo estamos muertos, también es cierto que para poder seguir viviendo debemos actuar como si fuésemos casi inmortales.